Hace unos días ha llegado a mis manos la historia de Mateo Txistu. En Zerain le llaman “Juanito txistularia”, en Gesalibar, “Martin Abade”, en Ataun, “Mateo Txistu”, en Oiartzun. “Salomón apaiza” y en Usurbil, “Prizti Juan”.
El cazador es habitualmente un cura que, dejando a medio celebrar la misa, sale con sus perros tras una liebre y no ha vuelto ni volverá jamás, según las variantes de esta leyenda. Nadie le ha visto todavía, pero son muchos los que aseguran haber oído, en nuestros bosques y montañas, su silbido y el tiste y monótono aullar de sus perros.
Según contaban en Ataun, a principios del siglo XX, una mujer del caserío Tellerietxe vio las sombras del cura y sus perros en una noche de invierno a la luz de la luna. En el bario de Gesalibar de Mondragón, por su parte, dicen que el cazador Martín abade, que había sido cura de Udala, anda por todo el mundo con sus perros y que éstos ladran constantemente. Además, los canes lanzan una llama se su boca al ladrar.
Asimismo, cuentan en Soraluze que Juanito txistularia, cura de Elosua, estaba celebrando misa, cuando se le presentó a su derecha el diablo en figura de liebre. El cura dejó la misa al instante y siguió con sus perros a la supuesta liebre. A raíz de aquello Dios le castigó a que anduviese eternamente cazando.
sábado, 12 de febrero de 2011
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