El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la mayor antología de la carrera de este artista a
la que a acudido CEPA Erandio. La muestra repasa toda la trayectoria
artística de Fernando Botero y pone de manifiesto su particular estilo,
caracterizado por la exaltación del volumen, su vitalismo burlón y el empleo de
colores exuberantes. Sus obras suelen girar en torno a la condición humana y
han otorgado al artista colombiano un gran prestigio internacional, tanto en la
pintura como en la escultura.


El propio
Fernando Botero ha intervenido de forma muy directa en la organización de la
muestra, que ha contado, además, con el comisariado de su hija, Lina Botero,
quien ha seleccionado y distribuido las obras, en su mayoría procedentes de la
colección privada del pintor, según un recorrido temático repartido en ocho
salas y bajo el criterio de ofrecer un resumen de más de seis décadas de
trabajo.
Lina Botero
escribe el ensayo principal del catálogo, que recoge también textos de los
escritores Carlos Fuentes, recientemente fallecido, y Mario Vargas
Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, además de cinco cuentos escritos e
ilustrados por el propio Fernando Botero en los años ochenta.
La exposición, organizada por el Museo de Bellas Artes, comienza con los años de
formación de Botero, para dar paso, seguidamente, a tres salas dedicadas a
Latinoamérica, uno de los núcleos temáticos más importantes de su producción.
Le siguen representaciones religiosas y de personajes del clero, tratados con
un benevolente sentido del humor. Después, aparece el mundo del circo, las
versiones y los retratos de maestros de la historia del arte, que Botero
homenajea con admiración, y el tríptico de Abu Ghraib, que pertenece a la serie
que el maestro dedicó a los terribles acontecimientos sucedidos en esa prisión
iraquí. Tras esta denuncia, se presentan pinturas sobre la tauromaquia, otra de
las pasiones de Botero, que preceden a la última sala, dedicada al género de la
naturaleza muerta.
1.- Obra
temprana
En esta
primera sala se reúnen 8 obras de la etapa de aprendizaje de Botero, que
muestran las diversas influencias que asumió hasta configurar un lenguaje
propio. Desde la simplificación geométrica del arte popular y del muralismo
mexicano, presente, junto a un cierto aire metafísico, en Los caballos
(1954), hasta el expresionismo abstracto de Niño de Vallecas (1959), que
revela además la admiración hacia la pintura de Velázquez.
2.-
Latinoamérica
Las 22 obras
que se presentan en las tres salas dedicadas a Latinoamérica tienen su origen
en los recuerdos de infancia y juventud de Botero: grupos familiares, oficios
tradicionales, bailes y odaliscas, y también la violencia que ha agitado
Colombia en las últimas décadas. Comparten estas escenas, abigarradas y
coloristas, la atmósfera que refleja buena parte de la literatura
latinoamericana contemporánea. Formalmente, el carácter narrativo, la
superposición de los personajes, su plenitud formal y la impresión de quietud
que domina las composiciones muestran el estrecho vínculo que mantienen con la
pintura quattrocentista italiana.
3.- Religión y
clero
El arte sacro es
un capítulo fundamental del arte occidental y también de la imaginería colonial
barroca latinoamericana. Botero se incluye en esa tradición, tal y como
muestran las 7 pinturas de esta sala, aunque lejos de los fines didácticos o de
representatividad que le son propios. Es la plasticidad de las formas y
vestiduras lo que realmente le interesa, la teatralidad y el boato de este
mundo, particularmente presente en la cultura y la sociedad latinoamericanas,
que el pintor plasma con amable sentido del humor.
4.- El circo

5.- Versiones
Se muestra en esta sala una docena de obras
que constituyen un homenaje a los maestros de la pintura occidental, admirados
y estudiados por Botero desde su primer viaje a Europa en 1952. Esta devoción
por las grandes obras y pintores del pasado, que será fuente de inspiración a
lo largo de toda su carrera, se plasma de dos maneras, bien en forma de versión
de obras conocidas de la historia de la pintura o bien en los retratos de sus
autores. Con este particular homenaje Botero declara, además, su amor a las
cualidades del oficio tradicional de pintor.
Se trata de pinturas según Piero
della Francesca, Le Brun, Van Eyck, Rafael, Ingres
o Goya, en las que el pintor deja que sigan siendo reconocibles aunque
introduce alteraciones “según Botero”, que las acercan a su estilo. Junto a
ellas se muestran los retratos de los pintores Giacometti, Delacroix,
Courbet, Ingres o Rubens.
6.- Abu Ghraib
En 2004 se conoció el horror de la prisión
de Abu Ghraib, en donde soldados estadounidenses torturaron atrozmente y
asesinaron a prisioneros iraquíes. La noticia impactó a Botero, que ya antes, a
finales de la década de los noventa, había hecho una serie dedicada a la
violencia en Colombia. El resultado fue un conjunto de 56 pinturas y dibujos
que fueron donados por el artista a la Universidad de Berkeley
(California).
La serie, de la que se expone aquí una de sus obras centrales,
el gran tríptico Abu Ghraib #44, pintado en 2005, muestra sin ambages la
indignidad de la tortura, añadida a la sinrazón de la violencia. Las tres
escenas se desarrollan en espacios confinados por barrotes en donde las
víctimas son el motivo central. El colorido es aquí restringido y destaca sólo
el rojo de la sangre de las heridas y el de las capuchas que cubren las cabezas
de los torturados, víctimas anónimas y universales de la crueldad y la barbarie
humanas.
7.- La corrida
8.- Naturaleza
muerta
No hay comentarios:
Publicar un comentario