El Museo Guggenheim Bilbao presenta la exposición Anni Albers: tocar la vista, un recorrido detallado por la obra de una figura pionera del arte textil.
La muestra refleja asimismo cómo, en el caso de esta artista, el material y las técnicas de trabajo preceden y guían a la idea y definen un desarrollo en cada caso.
Según fuentes de la pinacoteca bilbaina, esta exposición propone una aproximación detallada a la obra de Anni Albers (Berlín, 1899–Orange, Connecticut, EE. UU., 1994), artista que se distinguió por la originalidad de su trabajo pictórico y textil, y por su íntimo conocimiento de los materiales y técnicas de la tejeduría, un modo de producción casi tan antiguo como la humanidad.
Anni Albers: tocar la vista es un homenaje a la mirada táctil y emocional de una artista que buscó siempre la pureza conceptual y la claridad en la realización del trabajo.
FORMA, PRODUCCIÓN, EXPERIMENTACIÓN
En 1922, Anni Albers se matriculó en la escuela Bauhaus de Weimar, institución vanguardista en la que también conocería a su marido, el pintor Josef Albers. Estudiante aplicada y hábil tejedora, Anni Albers fue asistente de la profesora Gunta Stölzl y ejerció como directora en funciones del taller textil en varias ocasiones entre 1929 y 1931. Cuando la Bauhaus fue clausurada por el partido nazi en 1933, el matrimonio Albers se trasladó a Carolina del Norte, EE. UU., donde ambos fueron contratados como profesores de una escuela libre recién creada que se convertiría en referente de la modernidad norteamericana, el Black Mountain College.
Esta sección recoge trabajos de ambos períodos, en los que el pensamiento creativo de Albers evolucionó de manera decisiva. La selección de piezas de la Bauhaus incluye dibujos preparatorios para textiles (algunos realizados o reproducidos décadas más tarde e incluso de manera póstuma), así como numerosos ejemplos de su investigación para el desarrollo de tejidos simples y funcionales. Por otro lado, las obras realizadas durante los años cuarenta ponen de manifiesto el efecto liberador que supuso la experimentación en el seno de la comunidad artística del Black Mountain College, donde las ideas racionalistas previas adoptaron un inesperado e intuitivo lirismo. Fue en esta década cuando Albers acuñó también el término “tejido pictórico” para referirse a los tapices que realizaba a mano en el telar. A nivel formal, se puede observar la transición del esquema ortogonal de sus inicios hacia motivos más libres, en los que la textura dialoga directamente con el color, evocando en ocasiones visiones espirituales o paisajes imaginarios. Esta selección de obras se complementa con algunos trabajos que anuncian los desarrollos que Albers emprenderá a principios de los años cincuenta y con un apartado dedicado a la documentación de los estimulantes viajes que realizó con Josef por Latinoamérica, donde se incluyen tejidos antiguos que adquirieron y conservaron en su colección particular.