Bilbao conserva entre sus calles el recuerdo de poetas y novelistas que hacen más agradable la vida a sus ciudadanos. El jueves pasado CEPA Erandio realizó la ruta literaria Blas de Otero en Bilbao. Nos acompañó Ibón, miembro de la Fundación Blas de Otero, por algunos de los lugares que tienen una mención especial en la vida del gran poeta bilbaíno.
Nuestro itinerario comenzó en la calle Egaña con la visita al busto de Blas de Otero (Bilbao 1916, Madrid 1979). Representante de llamada poesía social, su producción artística está llena de sentimiento y estética. El autor de Pido la palabra es uno de los grandes representantes de la poesía española del sigo XX.
A continuación nos dirigimos hacia su casa natal en el número 28 de la calle Hurtado de Amézaga. Allí vivió con sus padres, Armando Otero Murueta, que procedía de una familia bilbaína de consignatarios y capitanes de la Marina Mercante, y con su madre, Concepción Muñoz Sagarmíanga, originaria de Orozko (Bizkaia). La abuela materna desciende de una antigua casa en el mismo valle; su abuelo, el doctor José Ramón Muñoz, había nacido en Durango y fue famoso médico con consulta en Bilbao (enfrente de la Estación del Norte) y director de la Casa de Maternidad de Vizcaya.
El propio poeta escribe, recordando sus raíces: “Nací en Bilbao… Mi abuelo paterno era capitán de barco y el materno, tipo muy original, era médico famoso que murió el mismo año en que nací. Mi padre, que había hecho estudios en Inglaterra, tenía un negocio de metales en Bilbao. La primera guerra europea favoreció mucho este tipo de actividades y nosotros vivíamos anclados en la clase acomodada. Por entonces, estaba mademoiselle Isabel en su casa”. Así la recodaba el poeta: Mademoiselle Isabel, rubia y francesa, /con un mirlo debajo de la piel,
/ no sé si aquél o ésa, oh mademoiselle/
Isabel, canta en él o si él en ésa./ Princesa de mi infancia; tú, princesa/
promesa, con dos senos de clavel;/
yo, le livre, le crayon, le…le…, oh Isabel,
/ Isabel... , tu jardín tiembla en la mesa./ De noche, te alisabas los cabellos,/
yo me dormía, meditando en ellos / y en tu cuerpo de rosa: mariposa/ rosa y blanca, velada con un velo./
Volada para siempre de mi rosa
-mademoiselle Isabel- y de mi cielo./
Había ya en la familia al nacer Blas otros dos hermanos: José Ramón, de cuatro años y María Jesús, que aún no había cumplido dos.
“A los siete años ingresé en el colegio que tenía María de Maeztu. La experiencia del instituto-escuela fue inolvidable. De allí pasé a los jesuitas, donde permanecí dos años. Yo no tengo la culpa de que el recuerdo sea tétrico”. En el colegio de los Jesuitas de Indautxu hizo el Preparatorio y el Ingreso de Bachillerato.
En 1925 otra niña, Conchita, vino a completar la familia.
Durante cinco años viven los Otero-Muñoz en Madrid. “Cuando tenía diez años nos fuimos a Madrid. Mi padre se hundió en la ruina total, como otros muchos industriales bilbaínos. Fui a un colegio de la calle de Atocha… Hice todo el bachillerato en Madrid y lo recuerdo con agrado”. Se examina en el Instituto Cisneros.
Su gran afición a los toros le lleva a recibir clases de toreo en la Escuela Taurina de las Ventas.
El 23 de septiembre de 1928 es uno de los pocos espectadores que se salva, junto con sus padres, del terrible incendio que destruyó el Teatro de Novedades de Madrid.
Es un niño que escribe poemas. Su profesor, sus amigos de clase se sentían orgullosos del compañero poeta. Pero la vida se encargó de torcer tan clara vocación.
“Pensaba estudiar letras, pero un hermano que murió a los dieciséis años había iniciado ya derecho y mi familia me animó a cubrir su lugar”.
Era su hermano mayor, José Ramón, muerto el 4 de abril de 1929 de fiebres tifoideas. Escribe Blas de Otero en Historias fingidas y verdaderas muchos años más tarde:
“Verdaderamente es difícil comprender qué sentido puede tener la muerte de un muchacho de 16 años (apenas unas pálidas imágenes retiene mi memoria)” .
En 1931 ingresó con Matrícula de Honor en la Universidad para cursar Derecho. En 1932, sin haber podido rehacer su fortuna, muere su padre.
“Tuvimos que vender hasta la última silla para sacar el billete a Bilbao”.
Tiene Blas de Otero 16 años cuando retorna a su ciudad con su madre y sus dos hermanas. (Llueve en Bilbao y llueve, /llueve, llueve livianamente, emborronando el aire,/ las oscuras fachadas y las débiles/ lomas de Archanda, mansamente llueve/ sobre mi infancia colegial e inerme/ (jugando con los chicos de la calle/ reconcentrada y tímidamente). Por Pagasarri trepan los pinares./)
Sobre sus tiernas espaldas recae la responsabilidad de rehacer la estabilidad familiar. “En 1932 el tiempo pasaba sobre ascuas, cuánto temor infundado, cuánta economía política ante la mirada del muchacho”.
Son años de penuria y sacrificios, con el pensamiento puesto en conseguir el título de abogado. “Hice Derecho por libre examinándome en Valladolid. Un tío rico nos ayudó”.
La hermana mayor, María Jesús, es la primera que empieza a trabajar. Tiene 17 años cuando se emplea como administrativa.
Sólo las visitas a su abuela doña Josefa en el valle de Orozco (“mediodía en el huerto de la abuela”) y el encuentro con amigos de gustos afines, ponen un poco de luz en la sombría realidad.
Para finalizar nuestra ruta literaria, nos dirigimos al Café Boulevard donde podemos leer algunos de los versos del poema “Parece que llueve” en una de las paredes del comedor: Y qué le vamos a hacer si llueve insistentemente y debes decirlo, delicadamente.
Por ahora dejamos en Bilbao el recorrido para retomarlo en Orozko en otra ocasión.
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