La abadía de San Pedro de Arlanza está íntimamente ligada a la historia de Castilla.
Junto al río Arlanza se asientan las evocadoras ruinas del que fuera uno de los monasterios benedictinos más importantes de Castilla y que fue fundado en 912 por el conde castellano Fernán González.
Abandonado tras la desamortización decimonónica, todavía son visibles los restos de la iglesia y la torre románica, claustros y otras dependencias monacales.
San Pedro de Arlanza se encuentra situado en el valle de la sierra de las Mamblas, a orillas del río Arlanza, entre las poblaciones de Hortigüela y Covarrubias.
Según una enmarañada tradición, perpetuada desde los inicios del siglo XVI, el monasterio se remontaría a época visigoda, habiendo sido fundado por Recadero. Su existencia durante ese período se justificaba, por el hecho de que acogería los restos del rey Wamba (672-680) llegándose a mostrar, su supuesto sepulcro, con una inscripción alusiva, en la nave septentrional de la iglesia. Se trataba de ensalzar su prestigio en virtud de su antigüedad.
La leyenda medieval elaborada por los monjes enfatiza la figura del conde, Fernán González, haciéndole responsable directo de su fundación a partir de la confección de un documento fechado en el 912.
En el monte se encuentra la ermita de San Pelayo, donde según la leyenda el jabalí perseguido por el conde durante el transcurso de una cacería se refugió en la cueva en la que se encontraban tres ermitaños a la cabeza de los cuales se encontraba Pelayo.
En el año 970 el conde Fernán González es enterrado en el monasterio y su hijo García Fernández continua la labor de su padre otorga diversas donaciones. Lo cual facilitó en todo momento un importante asentamiento, como lo demuestra la abultada cifra de cincuenta monjes en un documento fechado en el 940.
Los distintos apoyos regios se van sucediendo en el tiempo, en 1250 uno de sus monjes confecciona un poema donde se ensalza al conde-héroe Fernán González, generoso en sus donaciones, a fin de provocar la emulación de la nobleza.
Distintas leyendas contaban que en las grandes batallas sus huesos se agitaban dentro de su sepulcro, el cual fue abierto en varias ocasiones para contemplar sus restos.
La actual fachada del Monasterio de San Pedro de Arlanza fue construida en el siglo XVII. Sobre la puerta de entrada aparece una estatua ecuestre de Fernán González venciendo al enemigo sarraceno.
Frente a la Portada, se encuentra el arco de entrada al recinto monasterial, y un depósito con fuente, que recibía el agua de un manantial lejano a través de una canalización romana.
El Claustro menor fue construido también en el siglo XVI, bajo estilo herreriano, al icgual que muchas de las dependencias del actual monasterio.
A principios del siglo XIX sufre el saqueo de valiosos elementos menores de orfebrería y metales preciosos durante la ocupación francesa. Posteriormente la desamortización de Mendizábal en 1835 obligó a marcharse a los monjes benedictinos, pasando las propiedades al Estado; y éste, falto de dinero, no dudó en profanar las tumbas de los ilustres condes castellanos y autorizar la venta del monasterio y las extensas propiedades que le rodeaban. En 1890, para sumarse a la desgracia, se declaró un gran incendio de nefastas consecuencias. Con el monasterio en manos privadas, su suerte no mejoró. Se convirtió en cantera abierta y se autorizaban y vendían sus riquezas, ante el asombro de los mudos castellanos inmersos en sus guerras y posguerras. Eran tiempos en los que la iglesia debía, quizá, pagar alto precio por los abusos de otra época.
En 1931, en un intento de salvar lo insalvable, el exconvento es declarado Monumento Nacional. La declaración, sin embargo, no tuvo consecuencias prácticas.
Hacia 1950, a la ruina irreparable del monasterio, vino a sumarse la amenaza de su desaparición total, por la construcción de un pantano proyectado en el valle; el pantano de Retuerta. Después se llegó a plantear la conveniencia de su traslado íntegro. Mientras tanto el deterioro continuó produciéndose y autorizándose con mayor celeridad. Finalmente, aunque las obras se iniciaron, el pantano nunca se hizo.
En la actualidad las instituciones están invirtiendo para la consolidación del monasterio, pretendiendo de esta forma fijar las ruinas y poder cambiar la suerte que, por desgracia, ha acompañado al monumento en estos dos últimos siglos. Somos conscientes de que nuestra deuda histórica y el trabajo pendiente va a merecer numerosos esfuerzos y dedicación.
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