El día primero de
febrero, es decir, el primero del año según el cómputo de los tártaros, el Gran
Kan y todos los tártaros, dondequiera que estén, celebran una fiesta muy
grande.
El rey, los barones,
los caballeros y el resto del pueblo, hombres y mujeres, se visten en esa fecha
de blanco y llaman a la fiesta de aquel día la fiesta blanca y dicen que el
vestido blanco trae buena ventura y que por ello van a tener buena suerte en
aquel año.
En ese día, todos los
señores de las tierras y los gobernadores que tienen capitanías del rey le
ofrecen presentes de oro y plata, perlas, gemas, paños muy bellos de color
blanco y caballos blancos muy hermosos; alguna vez se le han ofrecido al rey
cien mil corceles. Igualmente en esa jornada se cruzan los demás tártaros
regalos entre sí y hacen grandes regocijos unos con otros, ara así vivir
felices el resto del año.
Con tal ocasión se traen a la corte todos ,os elefantes del rey, que alcanzan un número de cinco mil, y van vestidos de gualdrapas muy vistosas y de diversos colores, en las que están bordadas en paño historias de fieras y de aves. Cada elefante carga dos arcas enormes y espléndidas, que contienen las copas de oro y de plata del rey y otros muchos aparejos necesarios para la fiesta blanca: también son conducidos allí muchos camellos cubiertos de paños, que llevan multitud de enseres precisos para la fiesta. Todos los animales desfilan en presencia del monarca, y contemplar este espectáculo causa maravilla y deleite.
Al alba, es decir, en
el día de fiesta blanca, antes de estar puestas las mesas, todos los reyes,
generales, barones, caballeros, médicos, astrólogos, capitanes y oficiales
acuden a la sala del Gran Kan, y los que no tienen acomodo en ella a causa del
gentío son instalados en las salas laterales, donde puedan ser muy bien vistos
por su soberano, que está sentado en su trono. Cada uno ocupa el lugar que le
corresponde según el rango de su grado y oficio. Entonces se levanta uno en el
medio y exclama a voz en grito: “Inclinaos y adorad”. Al oír esto, todos se
levantan muy rápido y se ponen de rodillas e inclinando la frente en tierra
adoran al rey como a un dios; y hacen esto cuatro veces.
Terminada la
adoración, se encaminan todos por orden al altar que está en la sala, encima
del cual se alza una tabla pintada en rojo que leva escrito el nombre Gran Kan;
y toman un bellísimo incensario allí dispuesto, y en honor del Gran Kan
inciensan la tabla y vuelven a su sitio.. Y después cada uno ofrece al rey los presentes
de los que se ha hablado antes.
A continuación se
preparan las mesas y se celebra un banquete de gran gala con gran alborozo.
Tras el festín, los juglares hacen grandes solaces. En semejantes fiestas se
lleva ante el monarca un león domesticado, que yace como un cachorro, ya que lo
reconoce como señor.
MARCO POLO
El libro de las maravillas
Marco Polo en presencia de Cublai, rodeado de la fabulosa corte. (Cuadro de Tranquillo Cremona. Galería de Arte Moderno. Roma.) (Fotografía de Arborio Mella.)