Esta semana pasada CEPA Erandio ha organizado una salida
cultural a Debagoiena/Alto Deva para cerrar las actividades del presente curso
escolar. El viaje ha sido muy interesante e intenso, porque hemos aprovechado
cada minuto del día para ver y visitar los lugares más importantes de Oñati,
Aranzazu y Bergara.
Al llegar a Oñati visitamos la Universidad
"Sancti Spiritus". Es uno
de los edificios más importantes del Renacimiento del País Vasco. Se comenzó a
construir el año 1540. En su interior son dignos de destacar la capilla, un
bello claustro y un rico artesonado mudéjar.
Las obras monumentales se explican en ocasiones por la
personalidad de sus impulsores tanto como por la de los artistas que les dieron
forma; es el caso de la Universidad Sancti Spiritus, concebida y costeada por
el obispo oñatiarra Rodrigo Mercado de Zuazola, humanista de amplia formación.
Zuazola decidió fundar una institución universitaria
que formara letrados de Oñati y "de toda la tierra vascongada". En
esta obra, que precavidamente colocó bajo el patronazgo del emperador Carlos I,
puso todo su afán y fortuna.
La Universidad funcionó desde 1542 hasta 1901,
impartiendo los grados de Teología, Cánones, Leyes y esporádicamente Medicina.
Como nos explicó la guía de la Oficina de Turismo de
Oñati, en el interior de la Universidad destacan el claustro con su doble
arquería, en cuyas enjutas se ubican 32 tondos ilustrados por parejas de
cabezas históricas y mitológicas, los artesanados mudéjares, especialmente el
magistral de la escalera de acceso a la primera planta, labrados por un
tallista abulense llamado Gibaja y por último, el retablo plateresco de la
capilla, tallado por Pierres Picart.
En el año 2005 se inauguró el retablo renacentista de la
Universidad restaurado.
A continuación nos dirigimos hacia la parroquia de San Miguel, una de las
mejores construcciones del patrimonio de Oñati. En su origen era un templo
gótico de una sola nave, a la cual se añadieron otras dos en el siglo XV y
en el XVI se construyó el claustro, gótico-flamígero, con una cuarta nave de
conexión, se levantó el púlpito bajo el cual se encuentra la cripta de los
Condes de Guevara.
De nuevo aquí tropezamos con las fuertes personalidades
de los Guevara y Zuazola, como argumentaba la guía. Los Condes fueron patronos
de la iglesia y tuvieron en ella su entierro, primero en la capilla del Rosario
y luego en la cripta; por su parte, el obispo consiguió construir su mausoleo
en la capilla de la Piedad. Así, el interés religioso y la perpetuación de la
fama quedaban asegurados.
El sepulcro de alabastro de Pedro Velaz es magnífico,
pero queda empequeñecido ante la capilla funeraria del obispo Rodrigo Mercado
de Zuazola; consta ésta de un retablo plateresco, del sencillo sepulcro, y
del mausoleo, atribuido a Diego de Siloé, el conjunto de la capilla queda
cerrado por una espléndida verja de hierro, que es buena expresión de la
habilidad de los forjadores locales.
El claustro también fue un encargo de Zuazola y haciendo
de necesidad virtud, solventa la falta de espacio sobrevolando el río
apoyándose en dos puentes, lo que resulta extraordinario y único en España.
El retablo mayor, tallado por Juan Bautista de Suso,
muestra toda la exuberancia barroca y los santos patronos de la Villa: San
Miguel, San Sebastián y San Roque.
La torre es del XVIII, es obra de Martín Carrera.
Desde aquí, para terminar el recorrido de la mañana,
subimos al Santuario de Aranzazu. Como cuenta la tradición, a un pastor llamado
Rodrigo de Balzategi se le apareció la Virgen sobre un espino y éste,
asombrado, le preguntó: "Arantzan zu?" (¿Tú en un espino?).
Luego siguieron los siglos de devoción, peregrinación,
arte y cultura que la comunidad franciscana supo organizar en aquellas
inhospitalarias alturas. El monasterio sufrió fuegos de forma casual o intencionada
en repetidas ocasiones, 1553, 1622 y 1834, teniendo que ser reedificado otras
tantas veces.
En 1951, en lugar de seguir acometiéndose las continuas tareas
de reforma, se decidió hacer una basílica nueva, que fuese verdaderamente
solemne por su dimensión y empaque, pero sobre todo que se expresase en un
lenguaje artístico moderno, para lo cual se convocó un concurso de ideas. El
proyecto ganador para la realización de la nueva iglesia fue el de Francisco
Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga.
En medio del barranco se alza la radical verticalidad de
las torres de la fachada y la campanil, cubiertas de miles de puntas de
diamante calizas, que suponen una continuidad del paisaje kárstico y una
referencia a las afiladas púas del espino. Llaman la atención el friso de 14
apóstoles y la Piedad; ambas obras realizadas por el artista vasco Jorge
de Oteiza.
Las cuatro puertas de acceso al templo, obra de Eduardo
Chillida, casi sumidas en la tierra tras el descenso de una empinada
escalinata, sugieren, en su apariencia mineral, el ingreso al mundo de las
regiones subterráneas. Esta impresión se refuerza, al pasar al interior del
templo y ser recibido por el imponente retablo mayor, de más de 600 metros
cuadrados, concebido en madera tallada y policromada por Lucio Muñoz en cuya
parte central se halla la Virgen en su camarín.
El juego de la luz se establece en parte a través de las
vidrieras realizadas por Javier Álvarez de Eulate, con un predominio importante
de los azules. En el deambulatorio, tras el camarín de la Virgen, Xabier Egaña
pintó ocho temas que reflexionan sobre el libro de Job o lo absurdo del dolor,
tan ligado a la Humanidad, y sobre los tiempos finales del Apocalipsis.
En su día este proyecto significó toda una revolución en
la comprensión del arte religioso, haciendo del arte sagrado un lugar abierto y
un espacio de acogida plural.
La cripta decorada por Nestor Basterretxea, afronta 18
grandes muros con una excepcional fuerza expresiva y una utilización algo
agresiva del color. El carácter vanguardista de las obras que componen
Arantzazu no siempre fue suficientemente comprendido, lo que llevó a largas
paralizaciones de los trabajos e incluso, en algunos casos, obligó a la
reformulación de los proyectos.
Aunque desde el año 1918 la Virgen de Arantzazu es
patrona de Gipuzkoa, esta imagen lleva su amparo más allá del límite
provincial, llegando incluso hasta América con los misioneros.
Desde el año 1501, los franciscanos tienen el permiso
papal para permanecer en Arantzazu, y así lo han hecho durante más de 500
años.
Arantzazu tiene una historia grande. Historia espiritual y cultural muy
rica. Ha sido centro de numerosas peregrinaciones y lugar de encuentro para los
vascos. La historia cultural del Santuario ha sido significativa en cuanto a la
literatura vasca, la música, el arte.
Por la tarde visitamos la villa de Bergara.
Ha sido considerada históricamente como la capital
del Alto Deva, su ubicación en el cruce de caminos entre la vía de comunicación
de la costa cantábrica con la meseta castellana, por la que se exportaba la
lana, y las rutas que se adentraban en Guipúzcoa, por Oñate, Elgueta y Zumárraga y en Vizcaya, por Elorrio, favoreció su
crecimiento y riqueza económica.
Con la irrupción de la
industria a finales del siglo XIX y principios del XX Bergara se convirtió en
un importante centro fabril centrado en la industria textil y metalúrgica. La
producción textil llegó a ser tan importante y característica que al mahón se
le ha venido denominando «azul vergara».
Pero además fue uno de los principales centros ilustrados
europeos, tal y como expresa el potente Real Seminario. Precursor de la
Innovación y la Investigación, el descubrimiento del Wolframio deja pequeños al
resto de logros técnicos alcanzados en el mismo.
También la villa fue la sede del Abrazo de Bergara,
verdadero Tratado de Paz cuya conmemoración resulta tan actual como
obligatoria.
Además, la visita a Bergara siempre resulta dulce,
gracias a la pastelería tradicional y única que se produce en la misma Parte
Vieja.
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