-¿Qué tenemos hoy para cenar?
¡Qué asco me da! Esta vieja me quiere matar de hambre. Me estoy quedando en los huesos.
-Sopa de pollo y chicharro.
Una sopa instantánea de sobre asquerosa que guarda desde hace años en la despensa de la cocina y pescado en escabeche que apesta a vinagre.
-¿No tiene otra cosa?
-Si no está conforme búsquese otra pensión.
Para lo que paga este mangarrán y encima quiere exquisiteces.
-A ver si se estira y prepara algo diferente. Todos los días gallina amarga la cocina.
No puedo soportar el olor del aceite de girasol requemado y ajos que llega hasta el comedor. Leo los anuncios del periódico, pero no hay nada para mí. Cualquier día va a coger fuego toda la pensión y no salgo vivo de aquí.
-Necesito utilizar el teléfono, doña Petra.
¡Ah! Vendedor de enciclopedias y colecciones de novelas clásicas es una buena oportunidad.
-Sí, ahora quito el candado. Llamada local, nada de conferencias, se lo advierto.
Se cree que a mí me va a engañar. Como se pase, le cobro el doble en la próxima mensualidad.
-No se preocupe, será rápido.
El día que encuentre un trabajo no sigo aquí ni un minuto más. Vieja avara, mucha misa diaria, pero cero piedades con los pupilos. Mira, ¡una cucaracha!
-Hace días que no veo a su marido. ¿Está enfermo?
Seguro que se lo ha cargado. Era de pocas palabras, un bendito. Solo fumaba picado y salía a tomar unos chiquitos a la calle. Siempre con el traje limpio y los zapatos lustrosos con olor a betún. Nunca vi que fuera a trabajar a ningún sitio. Un hombre sin ningún quehacer se consume.
-Ha ido a pasar unos días a casa de su hermana en el pueblo. Tenía que arreglar unos papeles de las tierras.
Como me siga preguntando, no sé qué le voy a decir la próxima vez. Mejor que se ocupe de sus cosas. Ya tengo yo bastante con lo mío.
-El otro día su amigo Tomás me preguntó por él en la taberna de abajo.
Me dijo que la última vez que lo vio no tenía buena cara y que tenía miedo de la bruja de su mujer.
-Tomás. Ese es un aprovechado. Siempre le pedía dinero y tabaco a mi marido.
Canalla. Como lo rechacé de joven, ahora me quiere joder con sus preguntitas.
-Buenas noches, doña Petra. Me voy a mi habitación.
-Hasta mañana, que descanse.
Esto no me huele bien. Tengo que enterarme del paradero del pobre hombre. Me pongo a leer una de las novelas de Marcial Lafuente que tengo en la mesilla cuando entra una cucaracha por debajo de mi puerta. Me levanto para ver de dónde viene y veo varias que llegan de la cocina. Voy hasta allí y salen con total desfachatez de la carbonera. Corro la cortinilla y me encuentro un zapato que sale por debajo del montón.
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