domingo, 1 de noviembre de 2020

La carbonera

-¿Qué tenemos hoy para cenar? 

¡Qué asco me da! Esta vieja me quiere matar de hambre. Me estoy quedando en los huesos.

-Sopa de pollo y chicharro.

Una sopa instantánea de sobre asquerosa que guarda desde hace años en la despensa de la cocina y pescado en escabeche que apesta a vinagre.

-¿No tiene otra cosa?

-Si no está conforme búsquese otra pensión.

Para lo que paga este mangarrán y encima quiere exquisiteces.

-A ver si se estira y prepara algo diferente. Todos los días gallina amarga la cocina.

No puedo soportar el olor del aceite de girasol requemado y ajos que llega hasta el comedor. Leo los anuncios del periódico, pero no hay nada para mí. Cualquier día va a coger fuego toda la pensión y no salgo vivo de aquí.

-Necesito utilizar el teléfono, doña Petra.

¡Ah! Vendedor de enciclopedias y colecciones de novelas clásicas es una buena oportunidad.

-Sí, ahora quito el candado. Llamada local, nada de conferencias, se lo advierto.

Se cree que a mí me va a engañar. Como se pase, le cobro el doble en la próxima mensualidad. 

-No se preocupe, será rápido.

El día que encuentre un trabajo no sigo aquí ni un minuto más. Vieja avara, mucha misa diaria, pero cero piedades con los pupilos. Mira, ¡una cucaracha!

-Hace días que no veo a su marido. ¿Está enfermo? 

Seguro que se lo ha cargado. Era de pocas palabras, un bendito. Solo fumaba picado y salía a tomar unos chiquitos a la calle. Siempre con el traje limpio y los zapatos lustrosos con olor a betún. Nunca vi que fuera a trabajar a ningún sitio. Un hombre sin ningún quehacer se consume.

-Ha ido a pasar unos días a casa de su hermana en el pueblo. Tenía que arreglar unos papeles de las tierras.

Como me siga preguntando, no sé qué le voy a decir la próxima vez. Mejor que se ocupe de sus cosas. Ya tengo yo bastante con lo mío.

-El otro día su amigo Tomás me preguntó por él en la taberna de abajo.

Me dijo que la última vez que lo vio no tenía buena cara y que tenía miedo de la bruja de su mujer.

-Tomás. Ese es un aprovechado. Siempre le pedía dinero y tabaco a mi marido. 

Canalla. Como lo rechacé de joven, ahora me quiere joder con sus preguntitas.

-Buenas noches, doña Petra. Me voy a mi habitación. 

-Hasta mañana, que descanse.

Esto no me huele bien. Tengo que enterarme del paradero del pobre hombre. Me pongo a leer una de las novelas de Marcial Lafuente que tengo en la mesilla cuando entra una cucaracha por debajo de mi puerta. Me levanto para ver de dónde viene y veo varias que llegan de la cocina. Voy hasta allí y salen con total desfachatez de la carbonera. Corro la cortinilla y me encuentro un zapato que sale por debajo del montón.



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