La importancia de la
infancia en la vida del escritor, en la configuración de su personalidad, con
sus experiencias y logros conseguidos, van a marcar su vida. En el soneto Niñez
(1902) nos transmite lo que sentía:
Siempre que voy en
ti a buscarme, nido
de mi niñez, Bilbao, rincón querido
en que ensayé con ansia el primer vuelo,
súbeme de alma en flor mi edad primera
cantándome recuerdos, agorera,
preñados de esperanza y de consuelo.
La primera etapa es
fundamental para el desarrollo futuro del pensamiento del filósofo bilbaíno más
universal, así como sus primeros contactos con el saber y las inquietudes
políticas y religiosas.
Su experiencia en
colegio San Nicolás y, posteriormente, en el Instituto Vizcaino hasta los
dieciséis años le va a facilitar vislumbrar el mundo del saber, el ansia por
esclarecer los problemas.
El filósofo, profesor y escritor pasó la
primera mitad de su vida en Bilbao, pero nunca olvidó las calles, los paisajes,
los personajes de esa etapa crucial en su vida, en la parte final del siglo
XIX.
Unamuno publica en el año 1900 (tenía 36 años)
un libro sobre su niñez en el Casco Viejo, cuando comenzaba a diseñarse El
Ensanche, al otro lado de la ría. Así lo recuerda: “Pero poco me importa que se
transforme y cambie la Villa del Nervión, si en el relicario de mis memorias infantiles permanece incólume mi
Bilbao, mi bochito, el mío, ¡el mundo de mi infancia y de mi juventud!”.
El Casco Viejo de
Bilbao conserva entre sus calles el recuerdo de los paseos del niño y joven
Miguel de Unamuno. Con una preciosa mañana otoñal, CEPA Erandio realizó un
recorrido por los lugares por donde vivió y paseó Don Miguel.
Comenzamos
nuestro itinerario en la plaza que lleva su nombre para ver la escultura de su
cabeza sobre la columna, que realizó el escultor Victoriano Macho.
Junto a ella
todos los 29 de septiembre, en Bilbao, se conmemora el día de Miguel Unamuno. Este pensador, filósofo, novelista y poeta fue una de las referencias
intelectuales de su época y, todavía hoy, sigue siendo uno de los pensadores
más citados y con mayor influencia. Dotado de una personalidad contradictoria
hizo de la constante duda el motor de su vida y de su obra.
Aquí estaba
entonces el Instituto Vizcaino donde cursó el Bachillerato.
A continuación
nos dirigimos hacia la cercana calle Ronda en la que nació el 29 de septiembre
de 1864, donde aún hoy se conserva la casa con una
placa conmemorativa. Fue el tercero de los seis hijos que tuvieron Félix de
Unamuno y Salomé Jugo.
Siendo aún muy niño tuvo que vivir dos
experiencias que marcarían su carácter y que reflejaría por escrito en sus
primeras obras: la muerte de su padre, y el sitio de Bilbao con el estallido de
la tercera guerra carlista. Ambas experiencias de niñez y juventud y otras
muchas más están presentes en sus obras Recuerdos de niñez y de mocedad
y en Paz en la guerra.
Su familia, por parte de madre, viene de
Zeberio -en el barrio Areilza de esa localidad vizcaina se encuentra la Unamuno
Etxea- y la familia, por parte de su padre, viene de Bergara.
Al año de edad
pasan a la calle de La Cruz. Miguel de Unamuno lo
contaba así: “Nací en lo más lúgubre y sombrío del sombrío Bilbao: en la calle
de la Ronda (…), en aquella calle amasada en humedad y sombras, donde la luz no
entra, sino derritiéndose. Mamoncillo aún, lleváronme a la calle de la Cruz,
donde he vivido unos veintiséis años, allí cerca del Portal de Zamudio, uno de
los hogares de la villa, su Puerta del Sol en algún tiempo, frente a Artecalle
y la Tendería, que, como dos túneles, se me abrían a los ojos de continuo”.
Vivieron en el 2º piso del nº 7 de la citada
calle. En el bajo estaba la confitería “La Vergaresa” que regentaba la abuela
de Miguel de Unamuno y su tío Félix Aranzadi Unamuno y en la bodega de la casa
se refugiaban de las bombas del asedio carlista. Desde el mirador veía Unamuno
las calzadas de Mallona –por donde subí al cementerio a visitar la tumba de su
padre y a jugar en las campas con sus amigos-, así como el Portal de Zamudio,
Artecalle y la imponente iglesia de los Santos Juanes. Frente a la religión siempre mostraba sus dudas, pero
participaba escribiendo textos para la revista de la iglesia “Ecos Religiosos”
y de adolescente, junto con sus amigos de la Congregación de San Luis Gonzaga,
los domingos asistía a misa en la iglesia de la Plaza de la Encarnación.
En la buhardilla de la casa tenía un estudio
el pintor Antonio Lecuona. Allí recibe clases de dibujo y pintura, afición que
practicará durante toda su vida. Hace poco la Biblioteca Foral ha acogido una exposición que recopilaba más de medio
centenar de ilustraciones realizadas por Unamuno. Dibujó aquello que le
era más cercano, su familia y él mismo, además de los rostros de sus hijos y su
esposa, el mundo animal o la arquitectura que le rodeaba.
Desde aquí y siguiendo los pasos del niño
Miguel nos dirigimos hacia la calle Matadero o Banco España que recuerda así en
su libro: “Tengo por un misterio augusto el del influjo que en mi concepción de
la vida haya podido ejercer aquella visión frecuente del matadero, con su suelo
de losas, sobre el que corrían agua y sangre, y aquellas mujeres que parecían
bailar baile silencioso y hierático, mientras ayudándose de una cuerda,
desangraban a golpes de pies las reses muertas”.
En 1885 se inauguró el nuevo edificio destinado a sede de la Sucursal
del Banco de España en Bilbao. Los vecinos de la calle solicitaron que se
cambiara el nombre "Calle del Matadero" que era el que tenía (en esta
calle se construyó en 1653 el matadero, en las proximidades del Portal de
Zamudio) por la de "Banco de España", a lo que el Ayuntamiento
accedió.
Otro de los lugares importantes durante su
niñez fue la Catedral de Santiago, donde al anochecer acudía junto con sus
compañeros a meditar “al arrullo del armonio”. Allí conoce a Concha con la que
se casará años después. Leemos con recogimiento, en el interior del templo, el
poema En la basílica del Señor Santiago,
de Bilbao, el martes de Semana Santa en el que Unamuno nos transmite sus
experiencias con la espiritualidad: “Entré llevando lacerado el pecho,
convertido en un lago de tormenta, entré como quien anda y no camina, como un sonámbulo; entré fuera de
mí y de tus rincones, brotó mi alma de entonces y a cantarme tus piedras se
pusieron mis recuerdos de anhelos íntimos”.
Seguidamente seguimos nuestro paseo hasta la
calle Correo, porque en el número 6 estaba el Colegio San Nicolás, donde
estudió durante los primeros años de infancia, de sus queridos maestros don
Higinio y don Sandalio. Fue éste quien le
escribió una carta a Unamuno cuando le nombraron Rector en Salamanca y Unamuno
fue al primero al que contestó con una larga carta.