Ayer domingo 2 de marzo se celebraron los
carnavales-aratustes de Mundaka,
uno de los más antiguos y genuinos del País Vasco cuyas
celebraciones datan, como mínimo de 1819 según consta en el Ayuntamiento, pero es
en febrero de 1861, cuando solicitaba el alcalde Domingo de Cortaeta “Licencia del
Gobernador Civil de la Provincia para tener máscaras los próximos días de
Carnaval”.
Muchas han sido
las circunstancias por las que ha pasado el Carnaval de Mundaka desde entonces,
pero durante el tiempo de prohibición de la utilización del euskera en las
letras musicales que se componían para ese día, según recoge Ormaetxea portukua,
“les llevó a los mundaqueses a la invención de idiomas para incluirlos en sus
extraños repertorios como “Enen den Brai”, “Moja bubi tajua” con su “Rakoli”,
ambas del autor y políglota local José de Gondra, entresacadas del lenguaje
portugués de Macao, de los mercaderes de Calcuta y de los aborígenes de la Isla
de Luzón (Filipinas), según noticias de los marinos mundaqueses residentes en
aquellas tierras, y que organizadas en un todo incoherente junto al euskera
local y el obligado castellano, fueron musicalmente mezcladas de semifusas y
“txirloras” en el taller de luthiers y ebanistería de la familia Eguileor”.
Este año 2014
los txistularis comenzaron los actos de la “Carnestolenda” el día de la
festividad de la Candelaria, el 2 de febrero, como se venía haciendo durante la
primera parte del siglo XX.
El inicio de la jornada dominical comenzó a
las 10h. con la kalejira de los txistularis por las calles del pueblo, en la
que además de interpretar la canción “Aratuste”, también se cantó “Musu Langulem: Musu Languleme, komo lapartibu, en Euskadi no he visto un hombre como
tú, zu, zu, zu Artolaba zara zu” y “Gizon bi joan ziran Gernikara: Gizon bi
joan ziran Gernikara, bat jauzi zan mandopera, bestiak eiban fi, fi, fi”.
A continuación salieron los marraus, nombre
que reciben los Atorras, hombres vestidos con trajes blancos, cubiertos
con blusón, falda de mujer o saya (atorra), pantalón blanco,
así como una funda de almohada (buruko-azal) por la cabeza y un pañuelo de
colores, a las 12,30h después de misa, situándose frente a la casa de José Mari
Eguileor, uno de los impulsores de esta celebración durante los años de la
dictadura franquista.
Posteriormente se continuó cantando, las
composiciones tradicionales de este día, como “Urra José Babil”,
“Tragola-Tragola” o “Mari Manú” y también en torno a algún acontecimiento importante
para el pueblo como “Maretoie”, por diferentes lugares de la preciosa villa
costera vizcaina, hasta situarse en fila en el puerto y terminar, con la comida
tradicional, en el Casino mundaqués.
Según cuentan en el pueblo, la inmaculada
indumentaria de los marraus, fue utilizada por primera vez por el conde local
Antón Erreka. Este personaje, que un día llegó a su casa un poco “tocado del
ala”, se vistió sin darse cuenta las enaguas de su mujer. Como es de imaginar,
tuvo que escapar de casa para librarse de los escobazos de la esposa. Los vecinos,
al verle aparecer así, creyeron que se trataba de otra calaverada más de la
primera autoridad local y se dispusieron a celebrar una gran romería que se ha
venido celebrando hasta ahora.
Las Lamias (mujeres con trajes negros de
anchas mangas, con un cordón blanco por la cintura, del que cuelgan cascabeles
y maquilladas como lo debían de hacer las “lamias” que debieron habitar por los
alrededores de Mundaka) comenzaron a las seis de la tarde en la plaza del
Ayuntamiento con una llamativa kalejira, acompañadas de numerosos instrumentos
para apoyar sus canciones y bailes. Aunque no tengan la misma antigüedad
que los atorras, éstas se han convertido en un clásico del carnaval. Por
cierto, entre Mundaka y Bermeo hay un lugar que se denomina Lamiaran o lugar de
Lamias. Al igual que los atorras, alegran las calles de Mundaka con su música y
la voz de sus gargantas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario