martes, 26 de mayo de 2020

La decisión

La luz de la cocina está encendida. Por la ventana del patio apenas entra la claridad. La madre prepara la cena mientras se oye a bajo volumen la radio de fondo.
-Hola, ama.
-Hola, laztana. ¿Cómo tan pronto por aquí? La cena es a las nueve, como siempre.
-Sí, pero tengo que decirte algo.
-No me gustan las sorpresas. Así que dímelo cuanto antes. ¿No estarás…?
-No, tranquila. Mira. Llevo tres años con lo mismo, pero veo que no es lo que quiero. Voy todos los días allí, pero mi sitio es otro.
-Entonces, ¿por qué te matriculaste? Tú eres inteligente, puedes terminar los estudios sin ningún problema -suspiró.
-Sí, pero soy incapaz. Necesito un cambio de vida.
La madre se arregla el delantal para disimular su nerviosismo. Tenía todas sus esperanzas puestas en ella. El esfuerzo económico que hacían era enorme. Su padre trabajaba en un almacén y ella cosía vestidos en casa para sacar un poco de dinero extra.
-Piensa, hija. No puede ser que no finalices tu carrera. Te estás jugando el curso. Solo te quedan dos meses. Tú a lo tuyo.
-Sé que te estoy dando un gran disgusto. En el colegio me decían que era la indicada para ser una buena médica. Pero la sangre me horroriza. No puedo pasar por la sala de los cadáveres sin morirme de miedo.
-Pero, ¿a ti no te gustaba “Anatomía de Grey” y “Dr. House”?
-Sí, también me gustaba “Periodistas”. No insistas, ama. Mi decisión está tomada.
-No lo entiendo, hija. Tienes toda la vida por delante. Tú sabrás –añade la madre, contrariada, que sigue con su rutina. Coloca los tres platos y los cubiertos sobre la mesa, acerca la ensalada y pone la tortilla de patatas en el centro-.
-Dime. ¿Qué piensas hacer?
-Al venir hacia casa he visto que se traspasa el bar de Pedro. Mañana voy a preguntar. Quiero poner un local de copas con mi amiga Edurne.
El padre entra en casa. Viene de la calle. Viste con sencillez, pero conserva una buena facha.
-Oye, Fermín -dice la madre-, ¿sabes que la niña quiere dejar los estudios y abrir un tugurio? Algo tendremos que decirle, ¿no?
-Por mí de la hostia. Así, antes de subir a casa, me puedo tomar la espuela.
-Entre los dos me vais a matar a disgustos.



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