El cráter
del Ngorongoro, de origen volcánico, está situado muy cerca del Parque Nacionalde Serengeti, del cual se independizó administrativamente.
A unos
2.200 metros de altura sobre el nivel del mar, protegido por una barrera
natural de seiscientos metros de altura, que abarca una superficie de unos 20
km2, fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1981. En una jornada
es posible rodearlo.
El
descenso al interior del cráter supone el descubrimiento del santuario natural que
además alberga un lago, sabanas teñidas de verde para el pastoreo, salinas y
sobre todo los animales de distintas especies que conviven en un ecosistema
único capaz de recordamos el paraíso terrenal.
Debido a
que la vegetación es muy baja en diciembre, se pueden divisar leones, los
preciados rinocerontes negros, hienas manchadas, elefantes, ñus, cebras,
búfalos, gacelas, jabalíes verrugosos, etc.
En cuanto
a la observación de aves, además de flamencos nos cruzamos con avestruces,
garzas, avutardas, grullas coronadas…
Viven en
perfecta armonía natural, sin falta de agua o comida, tal y como se supone que
lo hicieron hace millones de años.
Durante
los meses de diciembre y enero suele llover en el interior del cráter, pero
cuando en abril las lluvias empiezan a disminuir, comienza el ciclo natural de
desplazamiento de los animales en busca de pastos y su recorrido desde la zona
del Ngorongoro hacia el norte.
Este
volcán apagado hace millones de años era territorio masai, tribu que perdió el
derecho a vivir aquí en 1958, aunque siguen conduciendo sus rebaños en la zona
hasta el lago Mayaoi.
Los masai
suenan en nuestra memoria como pastores y guerreros valientes, incluso Karen
Blixen, en Memorias de África, nos da una explicación sobre los hombres de
rojo: “Los jóvenes morani-masai se
alimentan de leche y de sangre; tal vez esta dieta es la que les proporciona su
hermosa suavidad y tersura en la piel. Los rostros, con los pómulos salientes y
las prominentes mandíbulas, son lisos, sin una arruga o una estría, llenos; los
ojos opacos, invisibles, están engarzados como dos piedras negras en un mosaico
(...). El gran contraste, o armonía, entre esos rostros suaves y llenos, los
cuellos poderosos y las anchas y redondas espaldas, con la sorprendente
esbeltez de la cintura y las caderas, la delgadez de las rodillas y de los
muslos, y las largas, derechas y musculosas piernas, les da el aspecto de
criaturas entrenadas con una dura disciplina para convertirse en seres rapaces,
codiciosos y ávidos en extremo.”
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