miércoles, 6 de enero de 2010

Marrakech (1)


Llegar a Marrakech es como viajar a otro tiempo. La famosa plaza de Djemaa El Fna ofrece todo tipo de espectáculos, tanto de noche como de día. Debemos tener cuidado con las motos y los carros de burros o caballos.
La función empieza a las nueve de la mañana y hay sesión continua hasta las dos de la madrugada. Los chiringuitos de la plaza se montan y desmontan todos los días para que el servicio limpieza haga su trabajo.
Primero aparecen los carros de los vendedores de zumos y los de dátiles y frutos secos. También se acercan las primeras mujeres, con sus sombrillas, para hacer tatuajes de henna y los vendedores de agua.
A continuación vienen los encantadores de serpientes, los que tienen monos amaestrados para sacarse fotos con los turistas, los narradores de cuentos, los saltimbanquis, los boxeadores, los músicos gnaoua con sus tambores y castañuelas, los artistas de teatro callejero, los curanderos, los astrólogos o los que con unas simples cañas y por unos pocos dirhams ofrecen la posibilidad de encajar unos aros en los cuellos de las botellas de agua o limonada, como antes se hacía en las barracas de feria.
Al atardecer, los puestos de comida empiezan a funcionar y la gente acude a comer sabrosas ensaladas, cordero, pollo, pescado, cuscús o caracoles.
Para terminar podemos tomar un café o un té a la menta en los cafés que dan a la plaza. Por cierto, quería ir al Café Matech, donde Juan Goytisolo (Makbara) tomaba café cuando vive en Marrakech, pero lamentablemente ha desaparecido y en su lugar ahora hay una tienda de ropa y objetos artesanales.
La ciudad imperial de Marrakech ofrece un patrimonio fantástico para disfrutarlo en unos pocos días y la UNESCO declaró Djemaa El Fna patrimonio de la Humanidad en 2001.

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