Cesarea
Marítima fue bautizada así en honor del emperador César Augusto.
Herodes
la convirtió en el mayor puerto de Oriente y dotó a la ciudad de carreteras, un
teatro, un hipódromo, acueductos, un sistema de irrigación del suelo y de
evacuación de aguas.
La
ciudad fue descrita detalladamente por Flavio Josefo, un historiador judío del
siglo I.
Por
otra lado, los Hechos de los Apóstoles cuentan que san Pablo fue hecho
prisionero allí en el 58 y 59.
El
emperador Vespasiano le dio el estatus de colonia romana, con el nombre
de Colonia Prima Flavia Augusta Caesarea. Tras la destrucción de
Jerusalén en el año 70 d.C., Cesarea se convirtió en la capital de la provincia
de Judea.
En
1961 se descubrió en esta ciudad la Piedra de Pilatos, el único objeto
arqueológico que menciona al prefecto romano Poncio Pilatos, que ordenó la
crucifixión de Jesús.
La
siguiente parada es en Haifa, la mayor ciudad del norte de Israel y
la tercera ciudad más grande del país, siendo una de
las ciudades más históricas y multiculturales de Israel con sus barrios judíos,
cristianos, bahaíes y árabes totalmente diferenciados.
Cuenta
con dos instituciones académicas respetadas, como la Universidad de Haifa y el
Instituto de Tecnología, que juega un papel importante en la economía del país.
Tiene
varios parques de altas tecnologías, un puerto industrial y una refinería
de petróleo, que convierten a Haifa en el primer centro industrial de Israel.
Erigida
en las laderas del Monte Carmelo, Haifa tiene una historia que se remonta a los
tiempos bíblicos. Según la Biblia, el profeta Elías pudo haber encontrado
refugio en una gruta del monte Carmelo para combatir a los seguidores del dios
Baal en el siglo IX a.C.
A
través de los siglos, la ciudad ha cambiado de manos, ya que ha sido gobernada por
hebreos,
persas, asmoneos (macabeos), romanos, bizantinos, árabes, cruzados, otomanos,
egipcios, británicos y finalmente israelíes desde 1948.
Uno de los tesoros de Tierra Santa se
encuentra a los pies del Monte Carmelo en Haifa. Aunque tradicionalmente se le llama monte,
lo más correcto sería hablar de una cordillera que rodea la ciudad y se
extiende más de 25 kilómetros.
La
gran importancia del Monte Carmelo de Haifa se debe a la tradición religiosa.
Aparece mencionado varias veces en la Biblia, donde el profeta Elías –uno de
los más importantes para el credo judío, y por extensión para los cristianos-
derrotó a los sacerdotes de Baal.
El
monasterio Stella Maris está consagrado a la Virgen María –Stella Maris, la
estrella del mar, es uno de sus epítetos- y fue donde se fundó la famosa Orden
de los Carmelitas, cuyo nombre deriva precisamente de esta montaña.
Asimismo
el Centro Mundial Bahaí,
centro administrativo del
bahaísmo, se encuentra ubicado en Haifa. El lugar es reconocible por los
jardines que dominan el área del Monte Carmelo directamente sobre la zona del
puerto marítimo.
Continuamos
en Haifa, pero nos dirigimos hacia Acre o San Juan de Acre, ciudad fortificada
de los caballeros cruzados hospitalarios.
Conocida
desde los tiempos bíblicos con el nombre de Akko, que todavía se utiliza hoy en
Israel, esta ciudad fue desde la Antigüedad hasta el siglo XIX la puerta
marítima codiciada por Siria y Persia.
Único
refugio seguro contra el temporal a lo largo de la costa palestina, debe a los
cruzados en el año 1104, que la convirtieron en una base importante durante dos
siglos, su nombre Acre y una parte de su historia. Fue durante cien años la
capital del reino cristiano tras la pérdida de Jerusalén en 1192.
Tiene
el honor de ser una de las ciudades más antiguas que aún existen y es que se
calcula que en el siglo XVI a.C. ya estaba poblada. Pasó por manos de los
fenicios, los romanos, fue tomada por los cruzados, por los árabes y así un
largo etcétera que ha hecho de esta ciudad un mosaico de culturas.
Su
mayor atractivo es la parte más antigua de la ciudad: su fuerte. La actual
ciudad antigua fue edificada en el siglo XVIII sobre las ruinas de la ciudad de
los cruzados, desde entonces subterránea.
Paseamos
por varios zocos y visitamos los túneles que los Templarios construyeron para
resguardarse.
Como
escribía el poeta francés Gerard Nerval a la vista de Acre “La ciudad
adormecida no se mostraba todavía más que a través de sus murallas almenadas,
sus torres cuadradas y las cúpulas de estaño de su mezquita, indicada de lejos
por un solo minarete. Aparte de este detalle musulmán, podemos soñar todavía
con la ciudad feudal de los templarios, último baluarte de las cruzadas”.
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