Hoy se cumple el
120 aniversario de la inauguración del Puente Colgante. La construcción de
este símbolo vizcaino, que une ambas márgenes de la ría entre Portugalete y
Getxo, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2006 y en 2007 Patrimonio
Mundial por la UNESCO en la categoría de Patrimonio Industrial, dado el
carácter emblemático que representa como símbolo identificador de Bizkaia y de
Euskadi, así como por su valor como eslabón en la cadena de puentes construidos
en el siglo XIX.
Diseñado en
1893 por el arquitecto vizcaino Alberto Palacio, discípulo y colaborador del
francés Gustave Eiffel, autor de la célebre torre parisina, con la que el
puente guarda gran parecido, fue el primer puente del mundo con transbordador
colgante y uno de los pocos que sigue en funcionamiento.
Hoy en día cuenta con
una nueva barquilla, -plataforma móvil suspendida sobre la Ría que se mueve horizontalmente entre las dos orillas-, inaugurada en 1998 para el transporte de peatones y
vehículos durante las 24 horas el día.
El Puente Vizcaya, conocido popularmente con los nombres
de Puente Colgante y Puente de Portugalete, cuenta con una pasarela peatonal a 50 metros de altura, desde la que se puede disfrutar de
vistas panorámicas.
La prensa de entonces fue pródiga en elogios a la nueva
vía de comunicación, pero cabe destacar la publicada el 29 de julio de 1893
escrita por Francisco Ruiz de la Peña en El
Noticiero Bilbaino: “Al contemplar el ligerísimo encumbrado puente a corta
distancia del punto donde él se afirma, y desde el eje de la ría, me siento de
improviso como transportado a un inmenso coliseo. Al espacio de luz que media
entre las cuatro torres y el gran tramo toma mi fantasía por ‘boca de arco de
escenario’, de telón levantado siempre. A la parte posterior de la ría la
considera vía de acceso a este teatro dilatadísimo, y a la que está de frente,
pasillo de proscenio. El puerto en obra entiende que es el ‘escenario’ propiamente
dicho; y supone que el Abra y el mar que a continuación se dilatan, le sirve de
amplitudes circulares prolongadísimos términos teniendo por patios y por
plateas el dorso y muros del río y a los collados y montes por series de
palcos… ¡Y hay tanto de verdad en ese mi ensueño!”.